“La adolescencia es la segunda gran oportunidad para conectar con nuestros hijos e hijas”. Entrevista a Mónica Cerrada
La llegada de la adolescencia suele asustar a padres y madres. Y cuando los hijos e hijas tienen altas capacidades intelectuales hay retos específicos que nos asustan, como la desmotivación en el colegio, la tendencia a esconder sus capacidades por el interés en encajar, el aislamiento social, la enorme intensidad emocional, el cuidado de su salud mental… Hablamos de este tema con Mónica Cerrada, psicóloga especialista en acompañamiento a familias con peques con altas capacidades y responsable del proyecto SLOW Psicología, que acaba de poner en marcha. Podéis contactar con ella en hola@slowpsicologia.com o a través de su página de LinkedIn.
Con la mala prensa que tiene la adolescencia que tanto asusta, ¿deberíamos asustarnos los padres de peques con altas capacidades que se acercan a esta etapa? ¿Supone un desafío mayor que para el resto?
Más que asustarnos deberíamos llegar preparados e informados para la etapa que tendremos que acompañar; es decir, sería de gran ayuda que hayamos hecho los deberes antes de aterrizar en esta etapa.
La adolescencia no deja de ser una etapa más en el desarrollo de nuestros hijos e hijas hacia su edad adulta y, por tanto, bien acompañada, puede ser una etapa de grandes oportunidades para crecer como madres y padres.
Como siempre digo, la adolescencia es la segunda gran oportunidad para conectar con nuestros hijos e hijas, y es una etapa en la que nuestra relación y conexión pueden verse sumamente fortalecidas.
Realmente, convivir con un adolescente con ACI supone ser testigo directo de la transformación más importante que va a vivir su cerebro desde el momento del nacimiento. ¿No es fascinante? En esta etapa se produce una reestructuración de las redes neuronales creadas hasta el momento y, además, la región cerebral que más cambiará en esta etapa será la corteza prefrontal. Esta región del cerebro es la que más participa, entre otras funciones, en la toma de decisiones y la inhibición de la conducta, la planificación y organización para alcanzar metas, la regulación emocional, la flexibilidad cognitiva y el control de impulsos.
En resumen, sí es cierto que puede suponer un mayor desafío para las familias con hijos e hijas con ACI, aunque también es verdad que solemos tener un entrenamiento previo duro porque suelen ser crianzas descritas como “intensas”, lo que nos ayuda a llegar bastante preparados a la adolescencia. En cualquier caso, tengamos en cuenta que a la adolescencia no se llega de un día para otro, sino tras unos cuantos años de aprendizaje y acompañamiento previo.
¿Qué podemos esperar de un adolescente con ACI? ¿Qué rasgos comunes en ellos y diferentes del resto podrías indicar en esta etapa?
Sería interesante delimitar qué cambios podemos esperar en nuestros peques al despertar hacia la adolescencia, pues serán dichos cambios los que tendremos que observar para acompañarlos con mayor claridad y preparación.
Los cambios más visibles serán los biológicos, con las transformaciones corporales que ya sabemos, acompañados de cambios cerebrales importantes, siendo los principales:
Sinaptogénesis: La formación de nuevas conexiones sinápticas entre neuronas, que mejora la comunicación neuronal.
Poda sináptica: La eliminación de sinapsis redundantes para optimizar las redes neuronales; es decir, el cerebro se va especializando (de ahí la importancia de proveer de un ambiente enriquecedor)
Mielinización: El recubrimiento de las fibras nerviosas con mielina, lo que acelera la transmisión de impulsos eléctricos.
Ahora bien, se podrán observar también cambios emocionales, psicológicos y sociales, que serán a los que más recursos tengamos que aportar desde nuestra disponibilidad, presencia y acompañamiento.
Nuestros adolescentes con ACI pueden llegar a destacar notablemente en diferentes ámbitos en los que vuelcan sus talentos. Sin embargo, su desarrollo psicoemocional y social puede no ir al mismo ritmo. Y a esto será a lo que prestemos especial atención puesto que puede generar frustración, estrés y dificultades para relacionarse con sus iguales, quienes es posible que no compartan sus intereses o su nivel de comprensión intelectual.
Otra diferencia a la que tenemos que estar atentos es a su elevada sensibilidad emocional que puede llegar a observarse como labilidad emocional intensa. Este rasgo se caracteriza por una sensibilidad elevada y una vibrante vida interior, lo que los hace más susceptibles a sentirse incomprendidos o aislados.
Asimismo, su capacidad para percibir y analizar detalles puede hacer que se sientan abrumados por situaciones que otros adolescentes considerarían “normales”.
Además, es posible que los adolescentes con ACI desarrollen altos niveles de autoexigencia. Sus expectativas consigo mismos pueden ser desmesuradas, lo que puede resultar en frustración si no logran alcanzar sus estándares autoimpuestos. Este perfeccionismo puede influir en su bienestar emocional y en sus relaciones interpersonales.
La profundización en temas complejos y/o existenciales y un fuerte sentido de justicia o ética son también comunes, lo que puede diferenciar sus preocupaciones y comportamientos de aquellos típicos de otros adolescentes.
Precisamente por esto mismo, nuestros adolescentes pueden mostrar una tendencia a cuestionar las normas y la autoridad.
Su capacidad crítica y analítica a menudo les lleva a desafiar lo establecido, lo que puede generar conflictos tanto en el ámbito escolar como en el seno familiar. Sería interesante que observásemos este comportamiento como una manifestación de su búsqueda de autenticidad e independencia y no como una actitud retadora o desafiante. De esta manera aprovechamos una ocasión formidable para acompañarlos poniéndonos a su lado en lugar de colocarnos enfrente.
¿Qué principales retos nos van a presentar los adolescentes con ACI?
Como sabemos, nuestros hijos e hijas con ACI tienden a cuestionar las normas y a buscar un sentido más profundo en sus relaciones y en el mundo que les rodea y, en esta etapa tan relevante, esto mismo puede llevarles a sentirse incomprendidos o aislados.
En esta etapa, además, es común que las familias enfrentemos retos como la gestión de la sobreexcitación intelectual o la adaptación a un entorno educativo que puede no estar preparado para ellos (paso a la secundaria).
Así pues, en términos académicos, nuestros adolescentes con ACI pueden experimentar falta de estímulos adecuados y/o monotonía en el entorno escolar, lo que puede acarrear desmotivación y rendimiento muy por debajo de sus potencialidades reales.
Otro reto muy importante es la necesidad de fomentar la socialización entre iguales, que no siempre se da de manera natural.
Teniendo en cuenta que están en pleno proceso de construcción de su identidad y personalidad, podemos encontrarnos con adolescentes con ACI que tiendan a invisibilizar su condición con el objetivo de ser aceptado por sus iguales.
No es extraño encontrar casos en los que el adolescente da respuestas incorrectas a propósito en clase y en exámenes para no sobresalir. Esta situación se da con más frecuencia en la población femenina ACI.
Por eso es vital que les brindemos oportunidades que desafíen sus capacidades intelectuales de manera equilibrada y, a la par, atendamos sus necesidades sociales y emocionales.
También podemos encontrar que nuestros adolescentes con ACI tienen dificultades con el control de impulsos, la motivación y el placer.
Ya de por sí el cerebro adolescente, en comparación con el cerebro adulto, presenta una mayor actividad de la redes de recompensa, lo que incluye un aumento en la liberación de dopamina.
Esto explicaría por qué observamos en ellos una mayor propensión a participar en conductas de riesgo y buscar nuevas experiencias https://www.pnas.org/doi/abs/10.1073/pnas.1319762111
Además sucede que, a día de hoy, el sistema de recompensa está activado casi constantemente debido a la gran cantidad de estímulos susceptibles de activarlo como son las redes sociales, los videojuegos, la pornografía y las sustancias psicoactivas.
¿Qué van a necesitar los adolescentes ACI de nosotros en esta etapa?
Como ya hemos comentado, la adolescencia no significa partir de cero. Es un proceso en continuidad, por lo que todo lo que hayamos trabajado en etapas anteriores nos habrá entrenado en habilidades para esta nueva etapa (estrecho vínculo de seguridad y confianza, límites seguros y amables, facilitar la autonomía, trabajar la comunicación respetuosa…).
Nuestros adolescentes con ACI necesitan adultos capaces de traducir conductas en necesidades y que se hagan cargo de proveer atención y recursos para satisfacer dichas necesidades genuinas.
Por ejemplo, nos encontramos con que los adolescentes con ACI experimentan una gran curiosidad intelectual como necesidad genuina, lo que les lleva a buscar desafíos intelectuales constantes. Esta necesidad de estímulos puede estar acompañada por una pasión intensa por ciertos temas, llegando a profundizar sin pausa en áreas específicas de conocimiento o, en el extremo opuesto, a un aburrimiento y desmotivación absolutas cuando ya han exprimido un área y no encuentran un nuevo aliciente. Ahí estaría el adulto consciente de que está siendo su necesidad intelectual no satisfecha la que está llevando a su hijo o hija a procrastinar, no involucrarse o perder la motivación.
Necesitan adultos que sepan autorregularse como figuras de referencia al cargo; es decir, necesitan nuestro ejemplo y nuestra guía.
Además, necesitan nuestro apoyo y comprensión incondicional, somos nosotros quienes debemos estar preparados para atender sus necesidades emocionales.
Respetar sus ritmos y conocer sus disincronías (si existiesen) nos ayudará a no generar expectativas excesivas sobre lo que podemos esperar de ellos/as a nivel emocional, con la presión adicional que esto podría suponer en una etapa de tantos cambios.
Validar sus emociones (aun siendo muy intensas en momentos concretos), nos ayudará a consolidar nuestros lazos afectivos.
También tendremos que facilitar y proveer espacios de socialización adecuados a sus intereses;
dichos espacios han de facilitar la promoción de interacciones significativas y saludables que les ayuden a desarrollar un sentido profundo de pertenencia.
En resumen, yo diría que necesitan adultos disponibles a nivel emocional además de presentes y observando; disponibles cuando nos abren la puerta de la complicidad y la confianza, presentes cuando nos cuentan (nada de multitarea, interrupciones o móviles/pantallas) y observando cuando proveemos “autonomía con distancia de seguridad”.
Asimismo, necesitan de nosotros que confiemos en ellos y en sus posibilidades.
¿Cómo podemos los padres prepararnos para esto?
Con mucho trabajo personal y mucha constancia.
Como dice mi admirada Marisa Moya, “yendo a la ferretería y comprando un pico, una pala y si fuese necesario, una retroexcavadora”.
En esta etapa es muy importante la socialización entre iguales, pero a veces en muchos ACI esta socialización no se da. ¿Qué podemos hacer para satisfacer esta necesidad? ¿Qué pasa si nuestro hijo siente que no encaja? ¿Cómo podemos acompañarle en esta situación?
Efectivamente, también es importante abordar la realidad de que algunos adolescentes con ACI pueden experimentar sentimientos de aislamiento y no pertenencia.
Debido a sus intereses y capacidades diferentes, pueden tener dificultades para relacionarse con sus pares, lo que puede afectar su autoestima y salud mental.
Como ya hemos dicho, la adolescencia es una fase crucial para el desarrollo de la identidad personal y la personalidad, siendo un elemento clave el sentido de pertenencia que se obtiene a partir del reconocimiento del grupo de pares.
Para nuestros adolescentes con ACI, este último aspecto puede presentar desafíos adicionales.
Un problema común sería el sentirse diferentes de sus compañeros, lo que puede dificultar la formación de conexiones profundas con otros iguales, induciendo sentimientos de soledad e incomprensión y afectando negativamente a su bienestar emocional.
Además, como ya hemos explicado, nuestros adolescentes con ACI pueden enfrentar problemas al intentar equilibrar sus altos estándares intelectuales con la necesidad de conformarse socialmente, conflicto que puede manifestarse en autopresionarse para esconder o minimizar sus habilidades y así ser “aceptados” por sus pares, renunciando claramente a una parte de sí mismos.
En nuestra mano está proveer espacios de socialización adecuados a sus intereses, promoviendo y buscando lugares en los que puedan sentirse aceptados y respetados.
Las actividades extraescolares serían un excelente punto de encuentro porque aúna intereses concretos y diferentes edades.
Participar en clubes, talleres o grupos específicos como AMACI puede ayudarles a encontrar un sentido de comunidad y compañerismo. Estas interacciones permiten que se sientan menos aislados y más comprendidos.
También me parece interesante que acudan a programas de mentorías emparejados con otros adolescentes mayores que ellos o por adultos a los que respeten y admiren, que puedan orientarles y ofrecerles modelos saludables a seguir. Estos programas pueden proporcionar una red de apoyo adicional que contribuya a la sensación de pertenencia y aceptación en su entorno social.
Como venimos diciendo durante toda la entrevista, una comunicación abierta y sincera juega un papel primordial en este proceso. Las familias debemos mostrarnos empáticas y estar disponibles para escuchar las inquietudes de nuestros hijos e hijas sin juzgarlos. Fomentar un diálogo sobre sus emociones y experiencias (y las nuestras) puede ayudar a que verbalicen sus dificultades y elaborar estrategias adecuadas para enfrentarlas.
Por último, es vital enseñar habilidades sociales que faciliten la integración social. Esto incluye prácticas como el desarrollo de la empatía, la escucha activa y técnicas de resolución de conflictos. A través de estas herramientas, nuestros adolescentes con ACI pueden mejorar sus relaciones interpersonales y sentirse más conectados con su entorno.
¿Tienen los adolescentes ACI más riesgo de problemas de salud mental?
Si analizamos la relación entre la adolescencia, las altas capacidades y la salud mental, debemos subrayar la vital importancia de estrechar nuestra colaboración con todos los actores que participan en la socialización de nuestros hijos e hijas.
Esto nos ayudará a identificar y manejar posibles trastornos mentales de manera rápida y efectiva, porque nos pueden ayudar a visibilizar cambios significativos en su comportamiento, emociones y/o rendimiento académico.
Por supuesto, es imprescindible destacar el papel crucial que tiene el apoyo profesional especializado en ACI en este posible contexto.
Los signos comunes a los que deberíamos atender incluyen ansiedad, tristeza muy sostenida y no relacionada con eventos concretos, dificultad en mantener la atención ante diversas actividades o comportamientos auto-destructivos.
Las evaluaciones psicológicas y psiquiátricas, realizadas por profesionales capacitados, son fundamentales para un diagnóstico preciso.
Un desafío adicional es la posible existencia de una doble excepcionalidad, donde los adolescentes con ACI no sólo enfrenten problemas emocionales, sino también otros trastornos como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Esta situación podría complicar la identificación y el tratamiento adecuados. Por eso es tan importante fomentar un entorno que reconozca y atienda las necesidades específicas de estos adolescentes.
El manejo de estos trastornos debe ser integral y personalizado. Las estrategias pueden incluir desde sesiones de asesoramiento para las familias, programas de enriquecimiento para ellos y ellas, hasta intervenciones psicológicas, uso de medicación bajo estricta supervisión médica y/o terapia de grupo.
La creación de programas especializados junto a un acceso rápido y asequible a profesionales capacitados en ACI puede suponer una diferencia significativa en la gestión adecuada o inadecuada de la salud mental de nuestros adolescentes.
* Siempre recomiendo en mis talleres la charla de Fundación Telefónica con Maria José Mas sobre el cerebro adolescente. Aun no siendo específico de ACI, es una gran aportación a la comprensión del desarrollo del cerebro adolescente.